Y nos adentramos unos kilómetros al poniente del poblado de Puchuncaví, pululando por un caminito de tierra en buen estado y que nos invita a soñar con un paraíso encantado... así es, aquel que nos contaron que era "Donde el Campo se une con el Mar".
Bellos acantilados y una vista privilegiada desde las alturas.
Extrañas formaciones rocosas en el mar.
La vida marina y el incansable agitar de las olas invitan a fotear en la orilla.
Y desde lo alto... mientras tanto, nos vigilan con paciencia unas criaturas graciosas, dueñas del cielo puro y azulado.
Aunque el paso del hombre... siempre presente, denota sufrimiento y contaminación.
Ya de regreso... a un costado del caminito, no podía faltar un sauce llorón que, incólume y verdeando en medio del campo, observa una mística aguada rodeada de vegetación.